Dormí toda la noche como si no hubiese mañana. Pero llegó la mañana, y el segundo día seguimos el ritual del día anterior, con mi “movimiento, movimiento” incluido, aún en tono saleroso. Habíamos tomado la decisión de ir al Musée du Louvre, así que nos pusimos en marcha sin más dilación. Llegamos en metro, que ya tiene salida en el interior del museo, dando ya al hall para las distintas entradas del mismo.
En ese hall, ya se ve La Pyramide Inversée que da una luz natural impresionante. Se puede considerar la hermana de la pirámide exterior aunque volteada. Su base a nivel del suelo, puede verse también desde el exterior. En ese hall es donde se encuentra la zona de información, compra de entradas y a la zona comercial que llaman Carrousel du Louvre. Completada en el año 1993. Está tensada contra un pozo de cimentación de acero de 13,30 metros de lado. Está revestida de vidrio laminado, y como es inversa, apunta hacia el suelo. La punta de la pirámide está suspendida a 1,40 metro por encima del suelo. Los paneles del cristal de la pirámide tienen 3 cm de grosor, estando conectados por cruces de acero inoxidable de 38,10 cm de longitud. De noche, la estructura es iluminada por un friso de luces de búsqueda (eso pone en la wikipedia). Justo debajo de la punta de dicha pirámide hay una pequeña pirámide de piedra, de aproximadamente un metro de altura, y ambas puntas casi se tocan. Como anécdota, aquellos que hayan leído el superventas “El Código da Vinci” de Dan Bronw, sabrán que el protagonista lee el simbolismo esotérico en las dos pirámides, e interpreta la pirámide invertida como un cáliz (símbolo femenino), mientras que la pirámide de piedra que hay debajo como una espada (símbolo masculino), por lo que toda la estructura de ambas pirámides de este hall expresarían la unión de los dos sexos. Si os pica la curiosidad, siempre se puede leer el libro.
Nos pasamos a coger las entradas. Personas con discapacidad y acompañante gratis, es decir, mi madre y yo. La pobre Eva pringaba todas. Nos decidimos también a coger las audio guías. Gran error, son la cosa más incómoda del mundo. Auriculares de casco con una Nintendo DS que estaba programada para ir guiándote por dónde ibas para contarte lo que veías. La mía se perdía, los cascos pesaban y era imposible ir comentando todo lo que veías con la gente que te acompañaba. Personalmente no lo recomiendo, a mí me amargaron bastante la corta visita (y eso que estuvimos 5 horas) que realizamos.
El Musée du Louvre, es el museo nacional de Francia consagrado al arte anterior al impresionismo, y no solo en pintura y escultura, sino también arqueología y artes decorativos. Es uno de los más grandes, más importantes, y más visitados del mundo. Dice la wikipedia, que es el resultado de un doble esfuerzo histórico, al coleccionismo desarrollado por la monarquía francesa a lo largo de varios siglos, se sumó el esfuerzo de los hombres (y mujeres seguro) de la Ilustración, labor desamortizadora de la Revolución Francesa, las victorias militares durante las Guerras Napoleónicas, y las campañas arqueológicas y compras impulsadas durante todo el siglo XIX. La apertura de este museo en 1793 significó, dentro de la historia de los museos, el traspaso de colecciones privadas de las clases dirigentes (monarquía, aristocracia e iglesia) a galerías de propiedad pública para el disfrute del conjunto de la sociedad, constituyendo el precedente de todos los grandes museos nacionales y siendo el modelo para muchos de ellos.
El edificio que alberga el museo es el viejo Château du Louvre, que se había convertido en palacio real. Su origen se remonta al siglo XII (entre 1190 y 1202) y fue embellecido con ampliaciones renacentista y otras más tardías para hacer de él una verdadera residencia real. Pero la construcción del Château de Versailles, hizo que el Louvre quedase desocupado por la familia real, y se instalaron en el siglo XVII la Academia Francesa y después las restantes academias. Allí se celebraron las exposiciones anuales de la Real Academia de Pintura y Escultura. En la Revolución Francesa, fue destinado en 1791 a funciones artísticas y científicas. Parte del Louvre se abrió por primera vez al público como función museística en 1793. A partir de aquí os emplazo a averiguar por vosotros mismo el resto de la historia, ya que es bastante extensa.
Y, ¿qué se va a ver al Louvre? Pues si vas como yo, con lo justico en conocimiento del arte, es decir, lo que te acuerdas de 1º de BUP (porque yo soy de la época del BUP y COU), a ver La Gioconda, y la Venus de Milo. ¡Qué poco típico!
Después de pasear una hora y pico por distintos salones del museo, donde a mí casi me llamaba más la atención las paredes y los techos del mismo, casi que lo que había expuesto. Eso sí, una de las primeras cosas que vimos, han sido las esculturas que estaban en lo que sería un patio interior, correspondiente a la denominada ala Richelieu.
Un patio actualmente acristalado con varias escalinatas. Parece ser que allí, según los distintos blogs, nos habríamos tenido que fijar en “Los Caballos de Marly”. Fijar, no me fijé en principio (nivel de arte -10) pero los recuerdo en aquel patio como presidiendo las distintas escalinatas. Andando, andando mientras me peleaba con la dichosa audio guía (de verdad que pesadilla con ella), de alguna forma pasamos a la ala Sully y a la ala Denon, porque en esta última recuerdo subir la escalera donde al fondo, hay unaescultura que se llama “La Victoria de Somatocracia”, otra de las obras recomendadas en los blogs. Eva y yo, comenzamos a pasar de las auto guías, por lo menos yo, no estaba disfrutando nada de lo que veía, supiera o no si eran las obras destacadas. Pasamos por galerías sin orden ni concierto viendo muebles y decoración de palacios. Cuadros (de los que los que recuerdo ver “Las bodas de Caná”, “La libertad guiando al pueblo”) y alguna más que recordaba de libros de arte que cayeron alguna vez en mis manos. Otras de las obras que también me ha gustado enormemente fué la escultura de María Magdalena de Gregor Erhart.
Ya paseando por la parte de esculturas y otras cosas muy antiguas de Grecia, de Egipto,…

Así, sin buscar, encontramos a la “Venus de Milo”. Esta escultura, también conocida como Afrodita de Milo, es una de las estatuas más representativas del período helenístico de la escultura griega, y una de las más famosas de la antigua Grecia. Fue creada entre el 130-100 a. C. (prefiero no echar cuentas). Se cree que representa a la diosa del amor y la belleza, Afrodita. Mide 211cm de alto. Está hecha de mármol blanco en varios bloques cuyas uniones son imperceptibles y en un tamaño ligeramente superior al original. Se desconoce al autor aunque se ha sugerido que su pudiese ser Alejandro de Antioquía. Fue encontrada en Milo por un campesino y vendida a Francia entre 1819 y 1820. El campesino pedía un precio alto y como el viajero no llevaba suficiente dinero recurrió al embajador francés que accedió a comprarla. Sin embargo, anteriormente el campesino había acordado venderla a los turcos, lo que inició un conflicto por su posesión. Visto el resultado, debieron ganar los franceses.
De tanto andar por aquí y por allá bastante desorientadas y, mi madre, ya perdiendo algo la paciencia porque los museos no son lo suyo y (tampoco que se mucho lo mío, he de confesar) decidimos buscar en el plano la Gioconda o también conocida como la Mona Lisa. Es el retrato de Lisa Gherardini, esposa de Francesco del Giocondo, aunque no todo el mundo acepta que ella fuese la modelo realmente, sino una vecina del autor. Es realizado por Leonardo da Vinci entre los años 1503 y 1519, que retocó varias veces. Fue adquirido por Francisco I de Francia a principios del siglo XVI, por lo que es propiedad del Estado Francés. Es un óleo sobre tabla de 77×53 cm. Se considera el ejemplo más lo grado de la técnica de sfumato. Si bien el colorido original no se percibe bien debido al oscurecimiento de los barnices. El cuadro está protegido por múltiples sistemas de seguridad y ambientado a temperatura estable para su preservación óptima. Como anécdota podemos salientar que ha sido robado en 1911 y recuperado dos años después en Florencia, ciudad de Leonardo da Vinci. Es el cuadro más visitado del mundo, no íbamos a ser menos.

Que conste en acta, que llevábamos ya unas cuatro horas en el Louvre. Pues eso, que abrimos de plano y nos fuimos directamente al meollo del asunto. Y la encontramos, pues como esperaba encontrarla, rodeada de gente intentando tirar una foto en primera línea de playa. Me fui haciendo un pasillito y la tercera o cuarta línea me bastó, para intentar sacar la mía. Prueba del delito de que estuve allí. No me pilló desprevenida el asunto del tamaño, cosa que parece que a mucha gente sí. De niña visité el museo del que solo tengo dos imágenes en la confusa memoria que poseo. Una de ellas que mi madre me dijo que si paseaba por delante de la Mona Lisa (en aquella epoca aun se podia), esta me seguiría con la mirada. ¡Y era verdad! ¡Qué fuerte, la señora del cuadro me seguía con su mirada! Eso ahora es imposible de comprobar. Otra cosa que recuerdo, y esta ya no tiene que ver con ninguna obra maestra, es que me puse a jugar en una escalera mecánica, y un trabajador de seguridad, muy grande me tocó con una bocina en el oído. Me asusté y salí corriendo hacia mi madre a lágrima viva. ¡Qué malo!
Salimos ya con idea de irnos a comer. Pero, siempre es lo mismo, idea de ir a comer y pasamos por otro lugar antes, ¡viva la improvisación! Recalamos en la Opera Garnier, uno de los lugares que yo si tenía para visitar. La Ópera Garnier, también denominada Ópera de París, es uno de los edificios más característicos del paisaje urbanístico de la capital francesa. Fue Napoleón III el que ordenó su construcción al arquitecto Charles Garnier, quién lo diseñó en Estilo Imperio. Está conformado por 11000 metros cuadrados y tiene una capacidad para unos 2200 espectadores y un gran escenario para unos 450 artistas. Es un edificio muy vistoso, su estilo es monumental, opulentamente decorada con frisos multicolores elaborados de en mármol, columnas y lujosas estatuas, muchas de ellas representando a deidades de la mitología griega. Entre las columnas de la fachada frontal del teatro, hay bustos de bronce de muchos compositores famosos, como Mozart y Bethoven.
El interior está adornado en terciopelo, hojas doradas, ninfas y querubines. La araña de luces del auditorio central pesa más de seis toneladas. El área del techo alrededor de la araña tiene una pintura de 1964 de Chagall. Esta pintura ha sido materia de controversia, ya que hay quien opina que desentona con el conjunto del resto del teatro. Se inauguró en 1875.
Así la describe la wikipedia (entre otros datos que da). Pero la cosa es que al entrar, literalmente, y perdonen la expresión ¡FLIPAS! Ya os dije en alguna pequeña ocasión, que en París se veía mucha opulencia, pues la ópera es uno de los edificios donde eso se

manifiesta nada más entrar. La gran escalinata, que se divide en dos laterales, las lámparas doradas, los arcos y pasamanos de mármol, los suelos, las estatuas, todo eso que dije anteriormente, pero para mis ojos mucho más grande. No sabías para donde mirar, ni por donde subir o bajar. Y eso era solo la entrada. Mi madre comentó que nunca había ido a la Ópera de París, pero sí que había trabajado limpiando en la Ópera Cómica, y que había un sitio que era donde los espectadores iban a descansar y “otras cosas” en el entreacto. Lo de “otras cosas” era porque mi padre le había contado que allí se juntaba la gente a ligar en aquellas épocas. Nos fuimos en busca del Foyer de la Ópera de París, y… no hay palabras que describan eso. Opulencia superlativa. Una habitación, por describirla de alguna manera, o un gran pasillo, que tenía en cada extremo una chimenea. Os pongo foto, porque soy incapaz de describir tanto dorado. Porque es verdad que había pinturas en las paredes y el techo, como era típico de la decoración en aquellos tiempos, pero el dorado cegaba a los ojos. Me comencé a imaginar el frufrú de las faldas de las mujeres y cortesanas y los señores con esas pelucas blancas tan ridículas, y los pantalones con medias, ligando a la manera de antaño. Me transporté mi imaginación a la de las películas mientras comentaba con Eva que aquello era la barra del bar de la discoteca de la actualidad.

Salimos a comer, ya era tarde. Mi madre optó por coger un metro a otra zona. Táctica de que tiene para comer más barato. Pero pasó que esa zona cambió, apenas había restaurantes, y los que había, caros o asiáticos. Después de callejear un rato, no nos quedó otra que entrar en un McDonald´s. Sí, entré en España dos veces porque reniego de ellos, y me sentí obligada para comer algo en París. Lo bueno, que haces el pedido en pantallita con opción del inglés, ya no te tienes que andar liando con entenderte con una persona que habla francés mientras tu ni papa. Pues ya listo el pedido, comimos. Si no me gustan las cosas de este lugar en España, las de Francia, ni pizca. ¡Qué salsas más raras! Prefiero no seguir comentando, la peor comida del todo el viaje. No entiendo como tantas personas se vuelven locas por ir a estos lugares (y a mi me pirran las hamburguesas), con los sitios que existen que dan unas hamburguesas más grandes y mucho más ricas.
Al acabar de comer he intentado no indigestarme mucho, nos fuimos a tiro fijo a la Basilique du Sacré-Coeur. Está situada en el barrio bohemio de Montmartre, en una colina de 130 metros de altura, donde las vistas a la ciudad de París son im-pre-sio-nan-tes. Este lugar siempre ha sido un lugar de adoración y culto para pueblos tan distintos como los druidas y los galos hasta los romanos donde dedicaron templos a sus dioses. La basílica comenzó a construirse en 1875 y se remató en 1914, siendo consagrada cuatro años después, 16 de octubre de 1919. Sus dimensiones son de 83 metros de largo, 35 de ancho y una torre de 83 metros de altura. Su campana, llamada “la Savorarde”, es la más grande y una de las más pesadas del mundo. En su cripta se encuentran las tumbas de los cardenales y arzobispos que comenzaron la construcción de la basílica. Muchos elementos decorativos simbolizan el nacionalismo francés, como el pórtico principal adornado con estatuas ecuestres de Juana de Arco y Luís IX. Para su construcción se utilizó travertino, una roca sedimentaria rezuma calcita constantemente, asegurando así la blancura permanente del edificio a pesar de la erosión y polución.
Pues allí llegamos en metro, bajando en la estación de Anvers, y ya vimos la marabunta de gente subiendo por una calle, la Rue de Steinkerque, que ya está llena de las tiendas típicas de recuerdos que te llevas cargados en la maleta para la familia y amigos. Eran las primeras que veíamos en París. Al fondo ya se veía parte de esa blancura del Sacré-Coeur, es tan blanca que en un típico autorretrato que me saqué no se ve con la luz del sol que refleja.
Para subir a la colina, hay dos formas fundamentales. O te pateas todas las escaleras cruzando el parque Square Louise Michel, o vas en el funicular. No lo dudéis, yo me subí en el funicular, que para escaleras me llegan las del metro. Como teníamos la tarjeta Navigo que sacamos el primer día, pues, resulta que también vale para eso. Una vez llegas arriba, ya ves toda la vista de la ciudad, y claro, como casi todo el mundo, intentas coger el mejor sitio para inmortalizarlo con una foto. La verdad es que yo para eso soy un poco rara solo saqué una y me dediqué a disfrutar, y a descansar un rato, ¡para qué negarlo!
A la iglesia entras gratis, no sin antes pasar por su debido control donde enseñas el bolsito, bueno, abres y listo. Nos hizo gracia, que uno de los dos chicos de seguridad, intentaba controlar los bolsos de las chicas bonitas, y les decía un “merci” con una sonrisa binaca impresionante. No he sido una de ellas.
Una vez dentro, ya te impresiona la altura, los arcos, las columnas, la luz, la blancura y el dorado. La pintura del techo principal, como no, es el sagrado corazón de Jesús. Era la primera iglesia que entraba en París. Pero si algo hay en común, es su estructura. Nave central, naves laterales y capillas, así que le dimos la vuelta a la iglesia por las naves laterales y el ábside. En una de las capillas, había una maqueta de la basílica, con muchos detalles, incluso las personas amontonadas en la baranda de ver los paisajes y algún cochecito.
Evaluamos entrar en la cripta y la torre, partes de pago. Yo lo de la torre lo descarté. Después de subir la «torre dos clérigos» en Oporto (Oporto (2º día)) ya me di por escarmentada. Dicen que las vistas desde allí arriba son impresionantes. No lo dudo, ya viendo las que hay desde la entrada del propio Sacré-Coeur. Y la cripta, a ninguna de las tres nos hacía mucha ilusión. Así que, decidimos adentrarnos en el famoso barrio de Montmartre. Nada tiene que ver con el París de abajo. Calles chiquitas, casas bajas, ahora dedicada a restaurantes y bares, y heladerías. Lo digo porque Eva comenzó a pensar en helados (pongo prueba del delito). Ese día la humedad era terrible y los 29 grados parecían casi cuarenta, vale exagero un pelín, pero fue un día bastante nefasto en eses sentido. A lo que iba que me lío y esto se hace interminable.
Encontramos la Place du Tertre. Es la famosa plaza para los retratistas y los pintores, que exponen y pintan sus obras al aire libre. Es uno de los lugares más emblemáticos de este barrio y atracción turística, ¡claro! Es un recuerdo de la bohemia parisina de siglo XIX y principios del XX. Es la cuna del impresionismo, ya que en esta plaza vivieron en sus cercanías diversos pintores pobres que luego fueron mundialmente conocidos, como Pablo Picasso. A mí me encantó. Mientras mi madre insistía en si quería un helado o algo, yo me maravillaba con los cuadros y los retratos. Con los pintores que estaban trabajando para turistas. Había varios que hacían retratos caricaturescos (estilo caricatura, no que fuesen malos) y otros que eran realistas. Me puse a observar uno, que era asiático, pues había muchos artistas asiátic@s, que estaba dibujando el ojo de una niña. Se pasó cinco minutos con el párpado. No digo que la lentitud sea mala, pero me pregunté si la niña aguantaría mucho sentada posando de modelo. De ahí yo tenía que llevarme algo. Tenía que ser pequeño y no muy aparatoso para llevarlo como equipaje de mano, pues no me fiaba de que fuese bien tratado. Al final me decidí por un pequeño oleo de la Torre Eiffel, es tan pequeño que no sé donde colgarlo.
Bajamos de vuelta en el funicular, y nos fuimos a realizar la compra de los recuerdos para la familia y amistades. Yo como soy poco de eso, lo tenía claro, con cuatro cosas ya terminé en un cuarto de hora, y porque no encontraba el dedal para mi suegra, que al final encontré. Para hacer tiempo, me encontré con una chocolatería que vendían los “macarrons” que tanto deseaba probar. Es verdad, que allí igual no serían tan buenos como en otros lados, pero tenía ganas, así que me compre una cajita de surtido, que nos cenamos a gusto intentando averiguar los sabores que eran. Con lo que me gusta la cocina, y que mala soy para los sabores. En esa chocolatería, había maquetas de chocolate de varios monumentos y estatuas destacadas de París. Pongo fotos para que comprobéis el detalle real que llegan a tener. A mí me maravillaron su realismo. Aparte, las fotos eran para ponerle los dientes largos a mi marido, que le pirra el chocolate lo más.
Después de esperar mil vidas por mi madre y por Eva, para compra los recuerditos de marras. Mi madre comentó que el Moulin Rouge estaba cerca, así que cogimos nuestras patitas muy cansadas ya y comenzamos a caminar hacia donde supuestamente, estaba el famoso cabaret. Nos desorientamos, así que al final sacamos el navegador de mi móvil. “Por allí” les dije, y lo guardé. Mientras caminábamos en el sentido correcto por el Boulevard de Rochechouart y pasamos al Boulevard de Clichy, íbamos entretenidas parloteando de lo que veíamos o escuchando anécdotas de mi madre, observando como los negocios que iban en aumento por aquella calle eran relacionados con el sexo, es decir, cabarets y sexshops básicamente. De pronto mi madre, me dice que oyó a mi móvil hablar. Eso debería ser imposible, había apagado los datos. Un par de pasos más y desde la riñonera oí a una chica decir que girase a la derecha que estaba mi destino. Si mirabas a la derecha ya veías las aspas del molino. Saqué el móvil y vi que el navegador seguía abierto. Descubrí que el navegador funciona sin datos. Y luego dice mi marido que soy un hacha en lo digital.
Estábamos en destino, y si esta vez me impresionó el Moulin Rouge fue por lo pequeño que era, supongo que visto lo visto, todo inmenso y opulento, pues pasa lo que pasa viendo algo de tamaño normal. Está claro que es un punto turístico, ya que éramos muchísimas las personas que intentábamos sacarnos un autorretrato con el famoso molino en nuestras cabezas, que siendo tan cerca y tan concurrido, se hacía un poco dificilillo, pero ni Eva ni yo íbamos a ser menos. Este cabaret, se construyó en 1889 por el español Josep Oller. El cabaret consistía en una combinación de diversos números de baile, magia, canto,… todo con un importante contenido erótico, representado en un local de pequeñas dimensiones para que el público tuviese un contacto más directo con el artista. La historia del Moulin Rouge es muy importante y curiosa, pero si la pongo comenzareis a odiarme ´muy mucho` por ser tan pesada.
Ese fue nuestro segundo día. Del Louvre a Moulin Rouge, cansadas, hartas del calor húmedo en nuestro cuerpo (léase sudar a mares) y con dolor de pies, gemelos y pantorrillas. Me faltan tres días por contaros.
Un latido!
Deja una respuesta