Oporto (el día de llegada)

Este fin de semana he realizado un viajecillo de unos días a Oporto, ciudad de Portugal. En este blog contaré las experiencias y curiosidades de mis viajes, los hoteles en los que he pernoctado, donde he comido, sitios que he visitado, sin que eso sirva para guía turística, ya que no es el objetivo de este blog.

Decidí ir a Oporto como plan B, ya que el plan era ir a Segovia, que hace años que quiero volver a visitarla y llevar a mi marido. Pero resulta que daban nevadas para todo el fin de semana, así que hubo que cambiar, porque una cosa es hacer turismo con frío y envuelta en bufandas y gorros, y otra es andar por aceras congeladas y con riesgo de caídas. Además, para Oporto daban dos días de solazo, y así ha sido.

Salimos de mi casa a las cuatro de la tarde. El viaje en coche lleva poquito más de dos horas, así que a las seis y media (hora española) ya estábamos intentando aparcar cerquita del hotel que había reservado, y así lo hicimos, o por lo menos así lo pensábamos. Resulta que por la misma zona y casi en la misma calle, hay dos hoteles con el nombre muy similar, pero muy muy. Así que entremos en el Hotel Porto Centro Trindade, y saco el impreso de mi reserva para realizar la entrada (léase check-in) y me dicen que no es ese hotel, que es otro, el Hotel Stay Porto Centro Trindade, mirar vosotros lo que es una palabrita.

Las chicas amablemente nos dieron las indicaciones para llegar a nuestro hotel, y nosotros (sobretodo yo) como siempre las entendemos al revés, así que donde dijeron, siga aquella calle por allí todo recto que está a dos minutos, nosotros vamos hacia el otro lado hasta el final. Así somos de listos, llegamos a una plaza, miramos los nombre de las calles, esto se ha terminado y no hay hotel. ¿Qué es lo mejor que puedes hacer cuando estas perdido? Pues preguntarle a un lugareño y que te saque de tonto por confundir la derecha con la izquierda, o al revés  que ya no me acuerdo. Andar todo los desandado, que era cuesta arriba y andar el trozo de calle que te falta, más cuesta arriba, y ver la marca del hotel y decir ¡por fin! Cuando entras no tienes ni aliento para presentar la reserva y hacer la entrada, directamente te sientas en un sofá a recuperalo. Ahí me di cuenta que Oporto es todo cuestas, bueno, me dí más cuenta al día siguiente.

Ya hallado el lugar donde dormiríamos, solo faltaba traer el equipaje y preocuparse por donde dejar el coche. Advierto, casi todo Oporto tiene el aparcamiento de calle de pago, lo que en Santiago llamamos O.R.A. Yo normalmente, cuando reservo un hotel miro lo del aparcamiento para mi Quitiña (nombre de mi fantástico Ibiza rojo emoción). Comentaros que en esa zona, donde hay también más hoteles, hay varios aparcamientos de pago por día, y había uno al ladito del nuestro. Un aparcamiento de esos de ocho pisos, que mis ojos nunca habían visto, ideal para dejar ahí a mi Quitiña por tres días sin preocuparme de más. Pero yo, como a veces soy boba, solo pagué la primera vez 24 horas.

Ya estamos en la habitación, casi una hora y media después, y yo cansada. La habitación me encantó, a pesar de que era chiquita. Tenía lo que me gustaba, una cama de matrimonio (no de esas que son dos más pequeñas y juntas), una tele de tamaño decente, una mesa escritorio, y un baño con una ducha de tamaño óptimo, que caben hasta dos personicas. La habitación tenía miles de detalles con el logotipo de la marca de su cadena, que es como una gota de agua invertida o el signo que se usa en internet para la ubicación. También me gustó el detalle de la papelera con los cubos divididos para el reciclaje y que tuviesen para hacer un té caliente. Una anécdota es que las toallas eran de la cadena de empresas donde he trabajado algunos años, Ilunion Textil, me hizo gracia porque es de León (España), pero luego me fijé que los jabones y los geles eran de Suiza, más lejos si cabe. El hotel donde nos alojamos me ha gustado mucho.

Ya descansaditos del trajín del viaje, decidimos que era buena hora para cenar. Salimos a la búsqueda de dónde comer. IMG_20180126_214444Por esa zona hay varios restaurantes, pero no es nuestro estilo cenar de plato, somos mas de picar, raciones, tapas, perritos, hamburguesas o cosas así. Así, que tardamos en localizar un sitio, que denominan snaks-bar, donde mi marido vió una foto de una francesinha especial, que a él tanto le gusta comer cada vez que viene a Portugal. Si no sabeis lo que es una francesinha, pues aquí la foto de la que se comió mi marido. Debajo de ese huevo y ese queso fundido que se posan en un pan de molde (más grueso que el que se vende en España) hay un montón de carne, salchicha, fiambre y alguna cosa que seguro que me olvido, bañado en una salsa que puede picar más o menos según donde se coma. Y, como podéis observar, no faltarán las patatas fritas. Yo me comí un cadelo (léase perrito caliente) simplísimo de todo, salchicha, queso y fiambre. No pongo la foto, porque al lado de la francesinha da un poquito de vergüenza.

Una vez cenaditos, nos fuimos a descansar, porque los días venideros sabía yo que necesitaría mucha energía para andar y andar, Oporto arriba Oporto abajo.

¡Un latido!

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