No sé como comenzar esta entrada. Hace tiempo que debía de escribir sobre ello, pero la desidia y que aún no sé si realmente estoy preparada para hablaros de este “annus horribilis” hace que siempre diga:»mañana escribo». Asimismo, en algún momento os dije que en este blog pondría lo bueno y lo malo.
Os preguntareis, porque el título de la entrada lleva la fecha de hace justo un año, pues porque personalmente creo que ahí se precipitó mi “annus horribilis” (a partir de ahora año horroroso). Bien es cierto que ya durante el verano no me encontraba muy bien, comenzaba a cansarme más de lo habitual y por momentos aparecía la fatiga (de nombre científico disnea), pero creía que era consecuencia de los meses de confinamiento por el dichoso COVID-19.
Le denomino el año horroroso porque mi salud ha empeorado muchísimo, cuesta abajo y sin freno. Mi diagnóstico llegó a se ICC (creo interpretar Insuficiencia Cardíaca Crónica) en estadio III-IV con proceso terminal a corto plazo. Actualmente sigue siendo ICC en estadio III-IV con pronóstico indefinido a corto y medio plazo, y eso es debido a que el procedimiento que me han realizado es novedoso en Insuficiencia Cardíaca, por lo cual, como siempre sigo siendo una conejilla de indias.
¿Qué pasó hace justo un año?. Pues como os dije, creo que aquel día se precipitó algo que un momento u otro tendría que pasar. Ese día me realizaron una colonoscopia. Durante el confinamiento y más tarde comencé a ir al baño muy a menudo, y además detecté sangre en la heces. Cuando todo la situación del COVID-19 fué mejorando, en el mes de junio decidí ir a mi médico de atención primaria. Él me hizo una analítica de sangre y de heces, y debido a mis antecedentes de cáncer de aparato digestivo me solicitó una colonoscopia.
Me citaron el 27 de agosto, que por cierto es mi santo. Nada más entrar me mandaron ponerme un camisón y acostarme en la camilla de lado. Notifiqué lo de mi CC (Cardiopatía Congénita), y me dieron a entender que no tenían ni idea. Al mismo tiempo me pusieron el saturímetro y al ver el 80% la enfermera miró a al doctora con cara de circunstancias y yo le dije que era mi saturación habitual, la cara de susto no se le fué. Allí me vi, acostada de lado y fiándome, porque la doctora comenzó a leer mi historial y diciéndole a la enfermera que no había contraindicaciones.
Me sedaron, por lo cual, si algo ocurrió allí ni lo sé, ni ahora me importa. Cuando me desperté me dejaron 15 minutos donde yo me encontraba muy bien. Me notificaron que tenía pólipos benignos, pero que no me los habían extraído. Preferían, debido a mi historial, ingresarme un día y realizar el procedimiento con más vigilancia.
A partir de eses día, la retención de líquidos, el cansancio y una gran somnolencia se apoderaron de mí. La primera semana de septiembre vine al camping cuatro días (¡lo hechaba tanto de menos!) y me los pasaba durmiendo en el bungalow. La segunda semana pedía baja laboral porque apenas podía llegar al trabajo conduciendo 20 minutos. La bola de nieve durante el invierno se agrandaba, pero eso se irá viendo en las siguientes entradas, poco a poco. Por que de verdad ha sido un año horroroso, que parece que se está deshorrorizando.
Es verdad, que actualmente gracias a una mente maravillosa de una doctora a la que adoro, mi calidad de vida es decente. Soy autónoma en autocuidado y puedo hacer muchas de las actividades en casa, pero doy por perdida mi vida laboral. Además ¡os estoy escribiendo desde mi sitio favorito!; Camping Playa América.
Un latido!
P.D.: Los pólipos convivirán conmigo el resto de mi vida.
Deja una respuesta