La Navidad

Primeramente, FELIZ AÑOS A TOD@S!

Ya sé que hace mucho que no escribo. He sufrido un período antiordenador. No sé muy bien por qué, además incluyó casi abandonar las Redes Sociales. No ha sido por algo en concreto, simplemente tenía pereza. Gracias a aquellas personas que se han preocupado y, notando esa ausencia, me preguntaron por mi salud pensando que dicha ausencia era causa de la misma. No, ha sido pereza digital.

Concluyendo que fué la pereza, espero que se me haya pasado, porque hoy vengo a escribiros sobre la Navidad, sobre mi Navidad. Vaya por delante que no me gusta. Hubo un tiempo en que llegué a odiarla pero, quizás porque ahora tengo un puñadico de sobrin@s, la voy disfrutando algo más. Pero siguen sin gustarme, sobretodo como están concebidas en este sistema capitalista, donde veo a las personas que me rodean se agobian por andar comprando regalos, los que desean comprar y los que son por compromiso, porque creerme, en estos días muchísimos de los agasajos son por compromiso.

Pueda que, de las pocas cosas que me gusta de estas fiestas, es el tiempo compartido con la gente a la que quieres. Creo que ésta a sido la razón más grande por lo que las navidades de este año las he disfrutado tanto.

Para mí, el período navideño comienza el día 22 de diciembre, el día de la lotería. Me levanto y, de las primeras cosas que hago, es encender la televisión para oír la cantinela de los niñ@s de San Ildefonso de fondo mientras me tomo el café. Si no salió aún el gordo sigo con la esperanza de poder cumplir alguno de mis sueños, que se descalabrará cuando salga y vea que no es mi número, como me pasó también este año. Igual para el próximo consigo un pellizco para alquilar la plaza del camping durante unas buenas temporadas.

Ya sabéis que el siguiente día «especial» es el 24 de diciembre, Nochebuena. Desde que falleció mi padre, esa noche la pasamos en mi casa, viene a cenar mi hermana con su compañero y descendientes, y después a los postres, suele llegar mi hermano con sus descendientes, así que al final nos juntamos casi toda la familia. Desde hace un par de años, desde que me he casado, también vienen Fran y su madre, por lo cual ya veis, si al final somos comensales para la cena! que cocina mi madre, porque no se fía de que yo haga una cena «normal». Me gusta tenerlos en casa esa noche, quizás sea el momento en que más me reconcilio con la navidad estos últimos años.  En mi casa se quedan a dormir mi suegra, mi hermana, su compañero y los tres descendientes, además de mi madre y nosostros dos. Tod@s apelotonados en camas y colchones (excepto las madres-suegras que duermen solitas). Es una alegría (o no según se mire) cuando por la mañana se despiertan los niños y la niña con ansias y alegría. Ya sabéis por qué, a ver si Papá Noel se ha colado por la chimenea que no tengo. Mira si será mágico ese laponés, barbudo y barrigudo que encuentra chimeneas donde no las hay para colarse y dejar regalos.

Así es como llega el día 25 de diciembre, Día de Navidad. Mi hermana y su familia se pasan parte de la mañana en mi casa, pero se van a comer a la casa de la otra abuela, que allí seguro vino Papá Noel ya que tienen una chimenea en el salón, igual, hasta le caben más cosas en el saco porque el agujero es más ancho. Se vacía la casa, y nos quedamos para comer nosotros dos y nuestras madres, ah! y Tyron, que me he olvidado de él todo el tiempo. Pobre Tyron, que le invadieron la casa y le sacaron la camita de su lugar habitual, menos mal que es un santo y se adapta a todo sin soltar un solo ladrido. Y, poniendo su carita de pena, consiguió comer más de un trocito de pannetone (entre otras muchas cosas) que cocinó mi madre. La casa se quedó realmente vacía cuando, después de comer el día de Navidad, se fueron también, mi marido, mi suegra y nuestro Tyron.

Ya os comenté que este año me reconcilié un poco más con la Navidad. Parte de ello es que he estado más activa (cosa de tener mejor salud), así que el 26 de diciembre, decidí llevar a tod@s mis sobrin@s al cine. Incluso se apuntó la hija mayor de mi hermano, que ya es adolescente (según ella «teenager»), lo cual me hizo mucha ilusión que viniese (mensaje para mi sobrina: aunque no te lo creas me hace ilusión que hagas cosas conmigo). Si alguno le interesa que hemos visto; «Ralph rompe internet». Cuando veo este tipo de películas me quedo alucinada de cómo a sus creadores se le ocurren estas cosas. Me quedé F-L-I-P-A-N-D-O (con todas las letras en mayúsculas) de como dibujaron el mundo de internet, y no tengo más que decir. Bueno, que mi sobrino el peque se quedó dormido justo cinco minutos antes terminar la película, en el momento en que terminó de comer palomitas y gusanitos. Pero fue maravilloso compartir esa tarde con todos ell@s.

Al día siguiente, el 27 de diciembre, por la tarde también salí de casa. Hicimos una pequeñita reunión de amigas con sus hij@s. Como suele pasar en estas ocasiones últimamente, se fueron cayendo madres, padres e infantes, pero al final nos juntamos tres madres, un padre, cinco hijos, una hija y yo (ni madre, ni padre, ni hijo, ni hija) la descolgada. Pero también ha sido una tarde muy agradable.

En el día de los inocentes, el 28 de diciembre, teníamos la cena anual de navidad de toda la pandilla. Como suele pasar, siempre falta gente, entre ellos mi marido. Hay que reconocer que es muy difícil juntarnos a tod@s. Se intenta en estas fechas, porque muchas de las que están esparcidas por España adelante «Vuelven a casa por Navidad». img-20181229-wa0001También lo intentamos en verano (cuando van coincidiendo vacaciones) y tampoco logramos conseguirlo. Uy! que ya me estoy enrollando, pues eso, que celebramos la cena de navidad, en un sitio donde nunca habíamos ido. La comida estaba muy buena. Luego tenían un lugar con una barra y un pinchadiscos, donde estábamos las dos única cenas programadas para esa noche. Pues, ahí estábamos nosotras (ellos casi ninguno) dándolo todo en la pista de baile. Yo seguí dándolo cuando después de la cena me fuí con mi hermana y su pareja a un par de garitos más. ¿Cúanto hacía que no bailaba si parar? No existe en mi memoria ya el dato.

Ya os dije que está navidad ha sido especialmente activa. Al día siguiente, el 29 de diciembre, mi hermana decidió llevar a toda la familia a la peluquera que tenemos en la aldea, a la que voy yo desde tiempos inmemoriales, para mí es la mejor. Quizás por eso mi hermana quiso aprovechar la coyuntura. Bueno, que por logística, nos fuimos a comer a la casa de la aldea, incluido la hija y el hijo de mi hermano. Allá nos fuimos por la mañana (yo aún con el cuerpo de haber bailado toda la noche) en la Pandoneta (le llamo así a la furgoneta familiar de mi hermana), a casa de mi madre. El día era increíble, aunque hacía frío, el sol brillaba y aumentaba algún que otro grado desagradable. Parte de la tarde, nos la dedicamos a subir y bajar a la peluquería para buscar a los niñ@s de mi hermana. Los paseos no los voy a describir, porque sino esto se hace más interminable de lo que se está convirtiendo, pero en las excursiones casi solo faltó mi madre. A media tarde, llegaron unos tíos (nunca faltan a la visita que le hacen a mi madre siempre que viene de Madrid) y, esta vez, también vino mi prima con su marido y su hija e hijo. Así que más infantes para jugar, y romper una lámpara. Sí, os podéis imaginar como se enfadó mi madre, pero bueno, lo hecho roto está. Nada dura eternamente, ni una lámpara de cristal.

Después de tanto trajín, el 30 de diciembre, vino bien un descansito. Todo el domingo viendo series y películas y tejiendo, aprovechando que estaba sola en casa. Pero el día siguiente, el 31 de diciembre, después de ir a trabajar, recogí a mi madre en casa y arrancamos a Narón, donde pasaríamos la Nochevieja, mi suegra, mi madre, Fran y yo. La única actividad que realizamos, es que por la tarde salimos a pasear un ratito, y porque yo necesitaba ir a la farmacia. Pues vamos todos, hasta Tyron con su abriguito. Hablando de Tyron, el pobre pasó mala Nochevieja, comenzó a vomitar todo, el pobre debía tener un empacho de estos días tremendo. Por mi causa no ha sido, eso ya lo digo yo. Bueno, esta vez cocinó mi suegra. Cenamos y, como terminamos relativamente temprano, esperamos a que llegasen las 12 de la noche, para tomar las tradicionales doce uvas con las campanadas de la Puerta del Sol con Anne Igartiburu (que ya son años y ella se está convirtiendo también en tradición) y su acompañante, este año Roberto Leal (creo que hay mucha gente que añora la tradicional capa de Ramón García). Como es tradicional también, llamamos a mi hermano y, ya menos tradicional AÚN, los más pequeños compartieron mensajes de voz por el grupo familiar de whatsapp. Y como tradicionalmente, nos pusimos a ver los cantantes de la tele, que mi madre no conocía ni la mitad porque salieron del penúltimo Operación Triunfo. Así, hasta que las señoras decidieron irse para cama. Como Fran y yo, íbamos a dormir en el salón, nos apoderamos definitivamente del mando de la tele para elegir algo que nos gustase para ver. Yo, en cuanto elegimos, me he quedado profundamente dormida como una piedra.

El Año Nuevo, día 1 de enero, también comimos allí. La mañana la pasé con mi marido y Tyron en la sala viendo la tele, mientras las dos señoras madres hablando sin parar en la cocina, todita la mañana. No sé como no llegaron a doler las lenguas y los oídos, incluso las cabezas. Yo hablo y me enrollo, pero lo visto esa mañana me sorprende. Bueno comimos, y mientras yo dormía mi imperdonable siesta, llegaron al café una tía de Fran y su hijo que suelen ir a felicitar el año. Así que allí estuvimos, con café, dulces y tertulia hasta que decidí que era hora de irse, porque no quería conducir el coche hasta casa muy de noche.

Me levanté hoy, día 3 de enero. Después casi 12 días sin levantarme y tener la casa otra vez sola para mí, tuve que hacerme yo el café del desayuno. No os penséis que me ha molestado, pero que te levantes y ya tengas el cafecito mañanero hecho, una rápido se acostumbra. Como se acostumbra a no hacer la comida y tener el plato en la mesa, pero si, he recuperado la cocina, ya puedo cocinar, que es una de las cosas que más me gusta.

Así fueron para mí estas Navidades. Menos odiosas que otros años (pero por fin se han casi acabado, porque aún falta el Día de Reyes), más activas que los años pasados, y muy compartidas. Tengo que reconocer que más alegres y felices, fuese por lo que fuera. Por eso he querido compartirlas.

Un latido!

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