Esa mañana me levanté muy cansada, tanto que el “movimiento, movimiento” sonó apagado y monótono, era más por no romper la rutina viajera. No había dormido bien, las molestias de gemelos y perniles ya eran más insistentes, creo que fue el único día que me tomé algo para poder resistir. París esperaba, así que de tripas corazón y allá fui con el alma en los pies y, eso sí, el ánimo en la cabeza.
Ese día decidimos guardar el último, lo que vendría a ser mañana, para ir a Versalles. El plan del día era en principio la Île de la Cité. Mi madre había insistido que teníamos que visitar La Conciergerie, pero como siempre que vamos a tiro fijo, nos desviamos del camino ¡cómo no!. Así que después de coger el autobús y el metro, bajamos en Les Halles, porque mi madre quería enseñarnos un mercado. No había ya mercado. Lo que había era un grandioso centro comercial nuevo (los años no pasan en balde ni para las ciudades), Centro Comercial Forum Les Halles. En principio salimos a un parque y me fijé en que a un lado había una iglesia que me parecía bonita. Gracias al Google Maps supe que era la Église Saint-Eustache. Aun estaba cerrada y los alrededores de obras y vallas, así que solo la pudimos ver por fuera, pero a mi me encantó.

Esta iglesia se construyó entre 1532 y 1632 (¿no es eso un siglo?). Se considera una obra maestra de la arquitectura gótica tardía, aunque es un ejemplo de una edificación gótica vestida con detalles renacentistas. La iglesia es relativamente corta en longitud, pero en su interior tiene 33,45 metros de altura en la bóveda. En la fachada principal la torre de la izquierda se ha completado en estilo renacentista mientras que la de la derecha permanece como un muñón. Creo recordar que a la catedral de Málaga le pasa algo similar, por eso le llaman «La Manca». Pero sigamos con Saint-Eustache, la apariencia delantera y trasera contrastan notablemente, la delantera clásica y relativamente sobria, la trasera exuberante que integra la formas góticas y una organización con detalles clásicos. Estaba situada a la entrada de uno de los mercado más antiguos de París.
En esta zona hay un parque en honor a Nelson Mandela, pero como ya dije, había muchas vallas por las obras así que poco se podía disfrutar. Nos metimos en el Forum Les Halles para atravesarlo e ir a la ÎLe de la Cité andando. Cruzando el centro comercial, a Eva y a mí nos llamó mucho la atención la tienda de Lego, o más bien su escaparate. Era cuatro escenas, que si me fijo, serían cuatro profesiones por las que destacaron l@s franceses a lo largo de la historia (sastra, pastelero, escritor, y pintor) igual hasta eran famosos, pero a tanto no llego. Podría aventurar en que el escritor sería Julio Verne, y la sastra Coco Chanel.
Llegamos a la isla cruzando por el Pont du Change. Conecta el Palais de Justice y la Conciergerie con el barrio de Châtelet. Tiene 103 metros de largo y 30 de ancho, por lo que en algún tiempo ha sido el más ancho de la capital. Se sostiene gracias a tres arcos de 31 metros cada uno y en la unión de dichos arcos y sobre los pilares se observan unos medallones con una N mayúscula en su interior, que hacen referencia a Napoleón III. Aunque hubo varios puentes en la misma ubicación, este fue construido entre 1858 y 1860. Como anécdota, decir que el puente es conocido por aparecer en la obra de Los Miserables del famoso escritor francés Víctor Hugo.
Cruzando el puente se ve la Conciergierie por su lateral derecho (parte oeste de la isla). Parecía un castillito (porque no es muy alto) con pequeñas torres redondas, las típicas que dibujas cuando eres una niña y haces el castillo de princesas. Pero su historia real no tiene nada que ver con un castillo de princesas.
La Conciergerie, o también, Palais de la Cité, es un edificio histórico que ocupa el muelle del Reloj. Fue residencia de los reyes de Francia de los siglos X a XIV, pero terminó siendo prisión del estado en 1392 tras el abandono del palacio por parte de Carlos V y sucesores. Realmente cuando lo vas a visitar, lo que vas a visitar es la cárcel revolucionaria (bueno también Sainte-Chapelle pero eso más adelante). La entrada te la venden para los dos lugares, aunque creo recordar que también hay opción para cada uno, pero yo recomiendo visitar ambos o por lo menos no dejar de visitar la capilla porque es una preciosidad.
Sigamos con la prisión, que ocupaba la planta baja del edificio que bordea el muelle del Reloj y las dos torres, donde puedes ver, varias habitaciones de guardianes y útiles de los mismos (llaves, cerraduras, faroles, armas, registros, …), celdas de los presos, el jardín de las mujeres, y como curiosidad las cocinas. Los piso superiores estaban reservados para el Parlamento. Esta prisión estuvo considerada como la antecámara de la muerte, pues pocas eran las personas que salían libres. Una de las prisioneras encarceladas hasta 1763 fue María Antonieta. Decir, que hasta para eso había privilegios, pues en la visita puedes ver sus aposentos, que no eran igual que los de los presos comunes. Su primera celda “humilde” fue instalada en la sala de reunión de los carceleros y contaba con un catre, un sillón de caña, dos sillas y una mesa. Tenía una ventana estrecha que daba al jardín de las mujeres. Tras una tentativa de fuga dirigida por Alexandre Gonsse de Rougeville, María Antonieta fue trasladada a una segunda celda donde solo un biombo la separaba de sus custodios. Estaba situada al lado de la capilla real, donde Luis XVIII hizo cerrar con una pared la celda de la reina y construir una capilla.
Lo que realmente ves nada más entrar es el pabellón de la Guardia, edificado hacia 1310 como antecámara del Gran Salón en la residencia real donde el rey celebraba sus sesión solemne de las cortes, tenían lugar las recepciones, y las comidas (que se servían sobre una mesa de mármol negra), podía albergar a mas de 2000 personas que estaban al servicio del rey. Es un salón inmenso soportado por una hilera de pilares que lo dividían en dos naves de bóvedas artesonadas. Paredes y pilares estaban, en aquella época, con estatuas que representaban a los reyes de Francia. Tiene unos 64 metros de largo por 27,5 de ancho y con una altura de 8,5 metros. También hay un canal de madera que lleva agua, pero como la visita era sin guía, deciros que no sé que función tiene, si tiene alguna. Ahora sí, el sonido era muy agradable, porque a mi me gusta el sonido del agua. De cierto, una de las ventanas daba al interior de una catarata exterior al castillo por uno de los lados. Me encantó ver esa caída de agua, desde su parte interior.
La Conciergerie durante la Revolución fue la sede del Tribunal Revolucionario (1793-1795), actualmente es la “sala de los paso perdidos” del Palacio de Justicia de París que se encuentra al lado sur. Si queréis saber más os remito a la Wikipedia u investigar más, porque sino me llamareis cansina, si es que aún no me lo habéis llamado.
Sobre esta visita comentar que mi madre iba toda ilusionada para enseñarnos la guillotina con la que habían cortado la cabeza a los Reyes, que ella vio cuando la visitó en aquellos años en los que ella vivió en París. La pobre se quedó con las ganas pues la retiraron del museo.
Después de esa desilusión, nos dirigimos a la otra visita por el Boulevard du Palais, pasando por delante del Palais de Justice (actualmente funcionan como juzgados) donde se puede observar la plaza Cour de Mai, por donde entraban los presos a la Conciergerie. Patio que se cierra por una verja y puerta de hierro forjado con adornos dorados. Este palacio está construido en el antiguo palacio real del Rey San Luís, por eso se divisa desde la calle un estilo arquitectónico de la época medieval.
Ya dije que con la misma entrada se visita la Sainte-Chapelle que, sin dudarlo, recomiendo visitar. Es increíblemente bonita, con dos alturas. Si su piso de abajo es precioso, destaca por el techo bajo policromado en azul y dorado, ya no digo nada cuando subes al superior, ya te enamoras de las enormes vidrieras que tiene, el rosetón y ¡como no! el color dorado tan característico de París. Esta capilla está considerada una de las obras cumbre del período gótico. La historia comienza cuando en 1241 fueron llevadas hasta Francia desde Siria y Constantinopla, la corona de espinas, parte de la cruz, el hierro de la lanza, la esponja y otras reliquias del del martirio de Jesús adquiridas por el rey Luís IX a Balduino II. La historia dice que el rey francés acudió a recibir las reliquias y el mismo entró en París con ellas, descalzo y las depositó de forma provisional en la capilla de su palacio, hasta que hubiese un sitio digno para las mismas. Por lo que probablemente se comenzó a construirse en 1241 y fue consagrada en 1248.
Como ya dije, consta de dos niveles o capillas, una baja o inferior, dedicada a la Virgen. Era la accesible para la gente común (para todo había segregación) y al servicio del palacio que soporta la capilla alta o superior. El techo, está sostenido por muchas columnas que soportan el peso de todo el edificio. Tiene planta de salón con tres naves, siendo la del centro más larga; de detallada decoración policromada, donde se distingue dos tipos de columnas; las azules con flores de lis (símbolo de la realeza francesa) y las rojas con castillos de oro (símbolo de Castilla, ya que Luís IX era hijo de Blanca de Castilla). La esbeltez de las cortas columnas hace que la bóveda parezca ligera. Destaca la estatua de Rey San Luís de Francia, que fue el que trajo las reliquias antes mencionadas. Actualmente, dichas reliquias se encuentran en el museo catedralicio de Notre-Dame.
La capilla superior es impresionante. La paredes fueron suprimidas reemplazándolas por altos ventanales que deja pasar la luz. Las ventanas de la nave, de 15,35 metros de alto por 4,70 metros de ancho, están dividas en cuatro ojivas, encima de las cuales hay un rosetón de 9 metros del diámetro. Las del ábside son de 13,45 metros de alto por 2,10 de ancho que tiene solo dos ojivas. Son vidrieras que representan diferentes escenas bíblicas, tanto del antiguo como del nuevo testamento. Estas vidrieras son un conjunto homogéneo donde los colores dominantes son, azul, rojo y, por supuesto, el dorado. El rosetón representa el Apocalipsis.
Después de estas dos visitas, y antes de dirigirnos a una de las más obligadas si vas a París, decidimos tomarnos unos cafés con croissants. Fuimos a una de las cafeterías que había enfrente de del Palais de Justice. Como ahorrábamos en las entradas, de perdidas al río. Yo en mi ignorancia, pensaba que lo que nos saldría a deber serían los croissants, pues no, eses mismos tenían un precio más que aceptable, pero los cafés con los que los acompañamos, uff, mejor no os lo comento, pongo la prueba del delito (foto del tique).
Nos dirigimos a nuestro siguiente objetivo andando y mi madre tal guía explicando que estábamos pasando por el hospital más antiguo de París que funcionó hasta hace pocos años y en la actualidad es un hotel (aunque no lo tengo yo muy claro). El Hôtel-Dieu, que fue fundado por el obispo Landerico de París en el año 651. También nos enseño un pequeño “parque” donde había puestos que vendían flores, plantas y otras cosillas de jardinería. Había muchos cerrados, no sabíamos si era ya por la hora o por que habían cerrado para siempre. Seguimos callejeando guiándonos por las torres que se veían de la Cathédrale Notre-Dame.
Esta catedral, se trata de uno de los edificios más antiguos del estilo gótico que tanto prolifera por la capital francesa. Su construcción se comenzó en el año 1163 y se terminó en 1345, aunque tuvo varias modificaciones posteriores. Está dedicada a María de ahí el nombre de Nuestra Señora.
Al igual que el Sacré-Coeur, parece ser que el lugar tiene un historial de culto que ya se puede remontar a los celtas, y los romanos tenían un templo al dios Júpiter. Así mismo, existió la primera iglesia cristiana de París, la basílica de Saint-Etienne del año 528 d. C.
Una de las cosas que más me gustó cuando llegamos, ha sido ver la gran plaza que tenía delantera, para que se pudiera contemplar de un solo vistazo la fachada principal con todos sus detalles y eso me gusta mucho. No os creáis que no pasa, he visto catedrales comidas por la ciudad, donde no te puedes separar lo suficiente para ver desde un solo punto toda la fachada, me pasó, por ejemplo con la Catedral de Granada.
En esta fachada se presenta un conjunto proporcional, reduciendo sus elementos a lo esencial, aunque con gran proliferación en detalles. Todos los elementos se interconectan y pasan a integrarse bien evitando que las esculturas se dispongan un tanto aleatoriamente como ocurría en el romántico. La fachada presenta tres niveles horizontales muy definidos y, también, tres bloques verticales por los contrafuertes ligeramente prominentes que unen en verticalidad los pisos inferiores y refuerzan las dos torres que tienen una altura de 69 metros. En la organización de la fachada, se sigue un patrón jerárquico y geométrico. Se puede distinguir, la torre norte, la sur, la Galería de las Quimeras, la Galería de los Reyes, el rosetón y la tres puertas de acceso. La puerta de la Virgen (norte), la puerta del Juicio Final (central) y la de Santa Ana (sur). En las puertas ves la gran riqueza de imaginería que tiene de escenas mayormente religiosas. Te puedes pasar mucho tiempo mirándolas para quedarte con miles de detalles.
Como anécdota, decir que la Galería de los Reyes, formada por 28 estatuas (que son réplicas de las originales) que representan a los reyes de Judea e Israel. Durante la Revolución Francesa fueron destruidas en su mayor parte porque representaban a reyes de Francia. Las estatuas originales se pueden visitar en el Museo Cluny.
Una vez que llegas y echas el vistazo a su fachada occidental, te pones ¡cómo no! a la cola. No estuvimos mucho tiempo, iba a buen ritmo y eso que prometía que nos íbamos a comenzar a asar en cualquier momento. Entramos por la puerta sur, la denominada puerta de Santa Ana.
Cuando entras, ¡qué pequeña te sientes! miras hacia arriba y ves la gran altura que tiene y, claramente, los tres niveles con los que cuenta. Como muchas catedrales, la planta tiene la formación de cruz latina, pero no es perceptible en sí misma, está incrustada en el edificio envuelta por un doble deambulatorio, que circula por el coro que conserva parte de la sillería de madera colocada en el siglo XVIII, con una decoración típicamente barroca, con abundancia de volutas y bajorrelieves tallados. Ese deambulatorio se prolonga por la nave dando lugar a cuatro naves laterales y una central. También te llama la atención la luz natural que entra, como es típico en el gótico, y esto es porque cuenta con las vidrieras que fueron colocadas en sucesivas restauraciones desde el siglo XIX y los rosetones. Gran originalidad y audacia que suponen los pilares cilíndricos que separan los espacios de las naves. Las bóvedas y las decoraciones de los ventanales muestran diseños simples. La decoración escultórica de capiteles, enjutas y otros espacios también son sencillos, de esta época del gótico, y predominan los elementos vegetales.
En la cabecera, destaca la monumental Piedad de Nicolas Coustou del siglo XVIII, que preside la catedral desde el centro del ábside. Rodean a la estatua dos efigies, una del rey Luís XIII de Guillaume Coustou y la otra de Luís XIV de Antoine Coysevox, que aparecen de rodillas suplicando y rodeados de ángeles portando los Arma Christi. Pero por el resto de la catedral y en sus capillas también hay más esculturas e imágenes, creo que hasta ese momento era la iglesia de París que había visto con más iconografía, tanto por dentro como por fuera del templo.
Un par de cosas más a comentar antes de dejar de aburriros. En el interior hay una maqueta de la propia catedral, al igual que la había en el Sacré-Coeur. Además, había una pequeña explicación en cartelería de como había evolucionado la catedral gótica en Francia con la comparación de varios de ellas, muy interesante, pero que no pude terminar de leer por la presión de la mirada materna que me decía que no quería estar esperando a que leyera todo aquello.
Ya de vuelta en el exterior le dimos una vuelta a la catedral por donde se podía, porque allí también había alguna valla de obra. A su alrededor percibes la forma circular de la parte de atrás, y como destacan los contrafuertes y los arbotantes, también ricamente decorados, para contrarrestar el empuje de la gran altura de la nave central.
Ya se pasó la mañana, y es hora de comer. Y ¿qué pasa siempre a la hora de comer?, pues que mientras programamos dónde, improvisamos ver alguna cosa más. Cogimos el metro en la parada Cité que hay en la isla. Esa parada de metro tiene escaleras, pero muchas, porque bajas mucho, supongo que para que pase la línea por debajo del río. Menos mal que era bajar, porque si fuese subirlas, uffff…(me falta un emoticono para expresarme). No recuerdo donde volvimos a salir a la calle, pero comenzamos a pasear por el denominado Barrio Latino, que está al lado sur del río Sena. Llegas al mismo por superficie si cruzas el Pont Saint-Michel.
No os dejéis engañar por el nombre de este barrio. No se llama así porque en él la mayoría de la población sea o haya sido de origen hispano, sino, porque en la época medieval, los habitantes de la zona eran estudiantes oriundos de muchos lugares distintos que para comunicarse usaban el latín. De cierto, en esa zona se sitúa la famosa universidad de La Sorbonne. Es la histórica universidad de París y una de las más antiguas y prestigiosas del mundo. Fue fundada en 1257 por Robert de Sorbonne y reformada por el Cardenal Richelieu. Por ella pasaron personas célebres como el matrimonio Curie, Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir, René Descartes, Louis Pasteur, …
El edificio histórico se encuentra en este barrio, enfrente del Liceo Louis-le-Grand y del Collège de France, y donde actualmente se concentran muchas escuelas superiores. No tenemos fotos de esos lugares, pero como estuvimos paseando y paseando tengo en mi mente verlos todos. Me imaginaba a los estudiantes por allí en inverno, abrigados con gorros y bufandas, con sus mochilas y carpetas, como cuando yo estudiaba en Santiago. ¡Qué si! Ahora se llevan las tabletas también. En aquella última semana de Junio, alguno perdido había, o docentes, pero no existía ese característico ambiente universitario.
En ese barrio también se encuentra Le Panthéon, un monumento de estilo neoclásico. Está construido en el corazón del barrio, en la montaña de Sainte-Geneviève, en el centro de la Place du Panthéon. Está rodeado de otros edificios emblemáticos como la Bibliothèque Sainte-Geneviève, el edificio del ayuntamiento del distrito V, la Universidad de París I (Panthéon-Sorbonne), la universidad París II (Panthéon-Assas), y la iglesia de Saint-Étienne du Mont. Esta última la visitamos por dentro y más adelante os contaré de la misma.
Le Panthéon está destinado a honrar a los grandes personajes de la historia de Francia y, entre otras personas, podemos encontrar a Voltaire, Rousseau, Victor Hugo, Émile Zola, Marie y Pierre Curie, Alejandro Dumas. Deciros que no pudimos visitar este monumento, pues en ese momento estaba totalmente vallado para dar traslado y honrar a la última persona que se ha enterrado; Simone Viel junto con los de su esposo.
Pero, como ya adelanté, si visitamos la Église de Saint-Étienne du Mont. Es del siglo XV, aunque su historia comienza en el siglo VI teniendo varios períodos de construcción y modificación. En ella se hallan lo restos de Sainte-Geneviève que es la patrona de París.
Tiene un fachada de tres frontones superpuestos con una única torre donde se encuentra el campanario. Nada más entrar te sorprende ese color blanquecino similar al Sacré-Coeur, careciendo de policromía en paredes y techos, y guardando la iluminación característica del gótico debido a las vidrieras (siempre con escenas bíblicas) y rosetones y todas las decoraciones ancladas en techos y balcones interiores. Pero lo que más me ha sorprendido es lo que se denomina el jubé, una tribuna transversal por encima bajo el ábside y por encima del altar, con ambas escaleras de caracol que trepan por sendas columnas. No recuerdo ver eso en ninguna otra iglesia, pero ya sabéis como es mi cabecita. De la poca información (en español) que encontré de esta iglesia recomiendan no dejar de ver el jubé, los órganos y el púlpito.
Después de esta visita decidimos seriamente buscar dónde comer algo. Callejeando por el barrio latino, encontramos un bar donde daban pequeñas comidas, me decidí por una ensalada, porque ya había aprendido que con mi madre todo iba a ser de aquí para allá, y llevar la barriga llena sin siesta es bastante contraproducente.
En la comida la señora dijo que estaría bien subir a uno de esos barcos que dan un paseo por el Sena. No era la primera vez que lo proponía, pero la verdad, yo no había planificado una excursión así, porque a mi madre los barcos no le gustan en absoluto (o eso creía yo). Como no estaba premeditado, y lo poco que miramos por privado no nos convencía por una cosa u otra, decidimos ir en el Batobus. No es realmente un crucero, sino una línea de “bus” que va por el río, en el que puedes dar toda la vuelta o ir bajando en distintas paradas, todas ellas en un lugar turístico. Te puedes comprar un pase de 24 horas en las que puedes subir y bajar cuando quieras y donde quieras, y si tienes la tarjeta Navigo como teníamos nosotras, te hacen un pequeño descuento. Nosotras decidimos hacer todo el recorrido que lleva poco más de una hora (creo recordar). Por una parte lo pasé mal porque el calor era infernal debido sobretodo a la humedad y que elegimos una hora con bastante sol. Iba cambiando de lugar o asiento según necesitase sombra, aire o quisiera sacar alguna fotito de algún típico monumento. Por otra parte, me encantó. A mí si me gustan este tipo de cruceros, si recordais, que hice uno en mi visita a Oporto (Oporto (2º día)). A pesar de lo dicho anteriormente lo disfruté, y al principio, me saqué (sola y con Eva) un montón de autoretratos y vídeos parecíamos niñas pequeñas. Recomiendo este tipo de excursión, pero ser previsores y reservar con tiempo uno de tipo privado y que tengan guía, creo sin duda le sacareis mucho más partido que nosotras.
Este día terminó con dos últimas visitas. Nos bajamos del Batobus y, como siempre, seguimos a mi madre que iba en dirección a donde ella pensaba que estaría la Assemblée Nationale. No se equivocó, la encontramos. Y ¿qué había delante de este edificio? Obras.
La Assemblée Nationale viene siendo, más o menos, nuestro Palacio de Congresos. La sede es el Palais de Bourbon. Este palacio ha sido contruído en 1722 para la Duquesa de Borbón, hija legitimada de Luís XIV, y terminado en 1726. Era una casa de campo rodeada de jardines (actualmente inexistentes), ya que era un barrio en gran parte rural a las afueras de París a punto de convertirse en una zona residencial muy de moda y hasta ese momento era muy popular por ser la zona para los duelos de lucha. Por el lado oeste a este palacio, Marqués de Lassay encargó un palacete, el Hôtel de Lassay. Este palacete se comunica con el anterior por una galería, y actualmente es la residencia oficial del presidente de la asamblea. Ambos edificios son de estilo italiano, con techos ocultos por balaustradas e invisibles desde la calle.
El Palais de Bourbon tenía forma de U paralelo al río con dos alas que encierran el patio. La entrada a este patio tenía un arco y dos pabellones. El Hôtel de Lassay era rectangular y bastante más pequeño, y tenía una fachada similar hacia el Sena y el espacio entre ambos estaba lleno de jardines.
Durante la Revolución Francesa fue nacionalizada y era lugar de reunión del Consejo de los Quinientos, una cámara legislativa que elegía los cinco miembros del directorio. Fue Napoleón Bonaparte posteriormente quién añadió la columnata que le da ese estilo neoclásico que se observa ahora en el acceso que tiene por el lado Río Sena.
Una vez vistas las columnas, y las vallas de obras, de la Assemblée National, seguimos a mi madre a través de la Pont de la Concorde, que como su nombre indica, se dirige hacia la Place de la Concorde, la del obelisco, que ya os hablé de ella en (París (3ª parte).
Le Pont de la Concorde adquirió este nombre en 1830, ya que a lo largo de su historia ha tenido varios diferentes. La construcción del puente duró cuatro años, desde 1787 a 1791, empleando para la mampostería piedras que provenían de la derruida Bastilla. Aunque actualmente este puente no tiene ningún tipo de figura decorativa, como ocurre en otros puentes de París, a lo largo de su historia si las hubo. En 1810 Napoleón hizo colocar estatuas de ocho generales que se mantuvieron hasta la Restauración. Estas fueron sustituidas por doce nuevas estatuas de mármol blanco de distintos ministros, militares y marinos. Viendo que el peso era excesivo para el puente, Luís Felipe I decidió quitarlas y trasladarlas a Versalles. En el siglo pasado (1930-1932), se dobló su anchura debido a la carga de tráfico que soportaba, respetando el estilo neoclásico del mismo.
Cruzamos la Place de la Concorde (siempre tras mi señora madre) sorteando las distintas vallas y obras, manteniendo un itinerario en línea recta por la Rue Royale hasta l´Église de la Madeleine, y por primera vez cambiamos de estilo, y pasamos del gótico al neoclásico. Nada más verla ya te das cuenta en su entrada, donde ves la columnata tan característica de este estilo, similar a los templos romanos. Esta columnata no solo está en la entrada, sino que se extiende por los laterales de la iglesia.
Se comenzó a construir aproximadamente en 1764 y reconstruida con planos de Guillaume Couture en 1777. Las obras fueron interrumpidas debido a la Revolución en 1790 siendo retomadas en 1806 por decisión de Napoleón. Se desechó la mayor parte de lo construido y se levanto de nuevo entre 1807-1828, dando el aspecto exterior actual. Este edificio, en principio, fue destinado a un uso cívico (Templo de la Gloria del Gran Ejército) hasta que la construcción del Arc de Triomphe le relevó de esta función. Es en 1833 cuando se comienza las esculturas del Juicio Final que aparecen en el frontón.
Cuando entras en su interior, la diferencia en luz natural a las otras visitadas anteriormente es abismal. Se nota la falta de grandes vidrieras. Aunque las columnas interiores son similares a las exteriores, está proyectado en estilo barroco, lo que contrasta mucho con el exterior. Carece de la característica cruz latina, teniendo una planta rectangular, con tres cúpulas y un ábside (que no salen al exterior) que cuentan con pequeños tragaluces. Lo que si hay es el característico color dorado, con marrones y ocres. Cuenta también con algunas tallas en piedra (no madera). Se puede destacar la pintura del ábside que representa la “Historia del cristianismo” de Jules-Claude Ziegler (1835-1837), y la gran escultura del altar de “María Magdalena” de Marochetti (1835-1837). Fue inaugurada como iglesia católica en 1842 por el arzobispo de París.
Al salir de la iglesia te fijas en algo, que igual no te llamó la atención al entrar por estar a tus espaldas. Y es que ves a lo lejos, el estilo neoclásico de la Asamblea Nacional, interrumpida esta línea de visión por el Obelisco Luxor.
Y aquí dejo de daros la lata de este tercer día que también ha sido intenso. Donde a mis piernas, cada vez más resentidas, se comenzó a sumar las molestias de más sitios del cuerpo debido al calor húmedo que estábamos soportando esos días. Pero nada como una buena cena, un buen sueño, y volver a caminar al día siguiente.
¡Un latido!
P.D: pido perdón por la calidad de las fotos, pero es lo que pasa cuando los instrumentos no son los más óptimos.
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