La primera vez que vi la nieve era una niña, y ha sido por los años ochenta, posiblemente en 1987, ya que cayó una gran nevada en toda Galicia aquel año, incluso a nivel del mar. Tenía yo diez años.
En aquel momento aún vivíamos en una aldeita del ayuntamiento de Rianxo, un pueblo costero de las rías baixas de Galicia, es decir, donde nunca, bueno, casi nunca nieva. De cierto, había décadas que no nevaba.
Mi madre nos levantó, a mi hermana y a mí, anunciando que no iríamos al colegio porque había nevado. ¡Que ha nevado!. Nos faltó tiempo a nosotras para salir de la cama. Unas niñas de 10 y 6 años que en su vida habían visto la nieve más que por la televisión. Eso era como un regalo de los dioses, y poder hacer un muñeco de nieve, y batallas de bolas con otr@s niñ@ de la aldea, y no ir al cole para hacer todo lo anteriormente descrito. No me digais que eso no era como para desperazarse al instante y querer vestirte con los abrigos mas calentitos que tuvieras y pasar de desayunar. Claro, que aunque mi memoria falle en algunos acontecimientos de ese día, seguro que mi madre nos obligó a desayunar.
En cuanto pudimos salimos, madre mía, todo blanco, blanquísimo. Cogías un puñado de nieve y te parecía arena blanca, blanca y fría, y se iba deshaciendo en tu guante. Y como se quedaban las huellas de tus botitas hundidas. Aquello era como en las películas americanas de navidad que veíamos por la tele. Y que hacen dos niñas, cuando ven la nieve por primera vez de verdad, pues lo mismo que hacen los niños de las películas americanas, guerra de bolas primero. A eso se apuntó la vecina de enfrente, así que ya eramos tres.
Pero la primera vez que yo vi la nieve, no ha sido todo tan idílico y de postal de blanca navidad, no. Sentí frío, me fuí a casa y mi madre al verme (supongo que mas morada que una ciruela) optó por sacarme la ropa mojada y acercarme a que me calentara en la cocina de leña (cocina típica que tienen todas las casa de las aldeas de Galicia), es más creo que si puediera, seguro que me metería en el horno directamente, pero solo me puso mis pequeños pies. La cosa no fué bien, me subió la fiebre y enfermé.
Anotar que todo lo que cuente aquí, es decir, todos los recuerdos que tengo de ese día están mezclados con los delirios febriles. Por la tarde, al tener tanta fiebre, decidieron llevarme al médico. Supongo que ya se podría circular en coche. La cosa es que me llevaron al médico, pero el pediatra no estaba el centro médico, así que de alguna manera averiguaron donde vivía y allí fuimos. No recuerdo mucho más, se que volvimos a casa y el resto del día melo pasé en cama en un duermevela delirante, mientras me odiaba por ponerme mala y envidiaba a mi hermana por hacer un muñeco de nieve con la vecina.
Entre dormitar y dormitar, aquel día volvió a nevar algo por la tarde, así que cuando veía por mi ventana los copos, pensaba que mi casa se había puesto a volar. Si, si, como la casita del viejete de «Up», mi casa volaba. No sé si llegué a decirselo a mi madre, pero mi casa volaba ¡os juro que volaba!
Ese fué la primera vez que fuí consciente de ver nieve, no sé si reir por el ratito que me lo pasé bien o llorar por el resto del día que me pase delirando en cama.
Un latido!
P. D: el muñeco de nieve de la foto es el que hicimos mi novio (ahora marido) y yo en la nevada de 2010.
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