Oporto (1º día)

Había tiempo que no madrugaba tanto y tan activa. Una vez levantada y casi preparada (ese día me dió hasta por maquillarme un poquito), salí del baño, miré a mi marido que estaba ensimismado en el ordenador y le dije; «venga,venga a moverse». El pobre no daba crédito ya que, normalmente, el tiene que tirar de mí como si fuese un carro llenito de plomo. No se lo creía, así que cerró el ordenador, nos vestimos, me pinté los labios y a las 9:00 (hora española) nos fuimos a desayunar.

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Encontramos un bar al ladito del hotel donde mi marido vió unos cruasanes que le enamoraron, yo con que tenga buen café me arreglo. Bueno, el desayunó su «leite achocolatada» y su cruasan. Yo mi café con leche y por precaución, sabiendo el día que me esperaba me pedí unas tostadas con mantequilla. ¡Ojo! no son como las españolas. Ya ponen ellos la mantequilla (con sal) y los panes, son de molde pero, ¡el doble de gordos! Listos, para caminar.

Comenzamos a caminar hacía abajo, porque primero hay que caminar hacia abajo, hacia el río y lo primero que encontramos, de casualidad, fué el Mercado de Bolhaô (es el signo más parecido que encontré para la o nasal portuguesa). Un mercado donde destacan puestos de fruta, tanto fresca como confitada, pero sobretodo, sobretodo hay puestos de artesanía con corcho. Al principio me sorprendió tanta cosa hecha de corcho, pero claro, en Oporto ¿con qué se tapan sus botellas de vino?, pues sumé uno más uno y me dió dos.

Seguimos callejeando por esa zona, bajando por Rúa Formosa y en el cruce de Rúa Santa Catalina, recordé que allí debería estar el famoso Café Majestic, que en algunos blogs de viaje decía que era uno de los sitios curiosos de Oporto. Así debe ser porque en le plano que dan a los turistas aparece como uno de los monumentos destacables. Es una cafetería de los años 20 que parece que conserva toda la decoración similar a la de aquellos tiempos. Nosotros solo lo hemos visto por fuera, para entrar hay que consumir, y digamos que prefiero gastar mi dinero en otras cosas y no en un café supercarísimo. También quiero anotar, que para sacar foto es un poco (no sé que palabra poner), ya que el chico que abría y cerraba la puerta parecía que te iba a reñir. La verdad es que no lo hacía, pero a mi me daba reparo, así que no me hice fotos ni en la puerta.

Seguimos subiendo por Rúa Santa Catarina, y llegamos a la Igrexa Sto. Ildefonso, no sin antes ver desde la esquina que hace esa calle con Rúa Passos Manuel la Torre de los Clérigos. A Igrexa Sto. Ildefonso, que data del siglo XVIII, destaca porque en su fachada principal está decorada con los azulejos. También en el interior es muy bonita. Comentar que en todas nuestras visitas a las iglesias de Oporto hemos observado que en sus no desperdiciaban en pan de oro ni en mármol en la decoración.

Finalizamos subiendo la Rúa Santa Catarina hasta Praça da Batalha donde se erige una estatua en honor a Pedro V. En esa plaza se sitúa el Teatro Nacional S. Joâo.  También es construído en el siglo XVIII.

entrada catedralSeguimos callejeando y llegamos a donde estaba la Sé Catedral. Esta catedral ha sido construida desde el siglo XII hasta principios del siglo XIII. La parte de la iglesia puedes entrar y verla gratis, pero te cobran por ver el claustro y unas exposiciones que tiene 3€. Nosotros lo pagamos y deciros que es recomendable. En el claustro, subes a la parte de arriba y ves, aparte de algo de vistas a Oporto, dos escenas de azulejos en las paredes, escenas no muy religiosas que digamos como se cabría esperar de una catedral.

Una vez terminada la visita a la catedral, como siempre nos pusimos a caminar y de alguna forma llegamos a Cais da Ribera. Es la calle que se recorre por la orilla del Río Douro (como le llaman al Río Duero en portugués) del lado de Oporto. En la otra orilla se puede contemplar Vila Nova de Gaia, donde están las caves (léase bodegas) del famoso Vinho de Porto (léase Vino de Oporto). Al fondo se ve la Ponte de D. Luís I, que enlaza las dos orillas. Este puente tiene dos pisos, en el de abajo está la carretera por donde pasan los coches y arriba el tranvía y en ambas puede cruzar las personas andando. En esa calle llegó la explotación turística en pleno, pues está lleno de bares y restaurantes en los que desayunar, comer, cenar, tomarte un café o tomarte una copichuela, pues he oído que también tiene gran ambiente nocturno. Como ya teníamos hambre, comenzamos a recorrerla disfrutando del sol que intentaba ganarle al frío, porque ese día hacía bastante frío, y buscando dónde comer. Como por la orilla mismo nos parecía fuera de nuestro bolsillo, por un azar nos metimos por unos soportales para ir a una calle interior donde encontramos el bar-restaurante Porto Escondido. comida dia unoNos tenía muy buena pinta, sobretodo el cartel con las fotos de lo que ofrecían y los precios. No nos equivocamos para nuestro gusto. Nos encantó el sitio, como nos han atendido y la comida. Yo me pedí unas “pataniscas de bacalhau” y Fran «prego en prato», todo con su ensalada, sus patatas fritas y, como no, su arroz blanco. Una vez repuestos de energía, acabamos de recorrer la Cais da Ribera, disfrutando de los distintos barcos, de la vista de la orilla contraria y donde la Ponte de D. Luís I se hacía cada vez más impresionante a medida que nos acercábamos, encontramos unos puestecitos de artesanía, y claro, yo me puse a mirarlos y piqué en una pulserita de corcho. Había visto tantas que alguna vez tendría que caer una.

Ya terminamos de recorrer la calle y llegamos a la esquina del puente. Y, ¿os acordais de que el día anterior solo había pagado 24 horas de parking? Pues como teníamos que llegar al hotel antes de las 7:30 decidimos que era hora de coger camino hacia arriba, porque todo lo que se baja se tiene que subir, es lo que hay. En la esquina donde llegamos yo vi un funicular que subía, el Funicular do Guindais, pero Fran me animó a subir andando poco a poco, y así es como comenzó la subida por las Escadas do Codeçal. Estas escaleras tienen en total 210 escalones (contadas por mi marido), no todas seguidas, ideales para una persona con cardiopatía congénita (véase el tono irónico).

Aquí os dejo unas fotos de la fechoría, que realicé poco a poco y con paraditas. La primera es de cuando empiezo. La segunda es cuando llevo 96 escalones todos seguidos y muy fáciles de subir. En la tercera es cuando llevo 200 escalones que no están seguidos, sino que van en tramitos y entre los mismos los tramitos son cuesta arriba. La cuarta es cuando llego al último escalón, el 210, del que después aún sigue un tramito de cuesta. Es verdad que en todas sonrío, pero es que fueron sacadas después de recuperar el aliento.

IMG-20180127-WA0012Una vez terminada gesta, vimos que salíamos a la catedral, donde recordamos que había unas foodtrucks, más bien drinktrucks, y vi la luz al ir a una a pedirme un capuchino calentito (y Fran una leche achocolatada). Os pongo esta foto para que vean lo bajita que soy, ya que casi no llego para remover el azúcar a mi cafecito calentito.

 

Seguimos caminando por donde nuestra orientación nos indicaba, pues el mapa a veces no nos ayudaba, acabamos en la Rúa Ferreira Borges, donde se encontraba el mercado con el mismo nombre y el Palácio da Bolsa. El Palácio da Bolsa es un edificio construido en 1842 y forma parte del conjunto de monumentos declarados como patrimonio de la humanidad de Oporto. El Mercado de Ferreira de Borges fue construido en 1885 para sustituir al Mercado da Ribeira, aunque parece ser que nunca llegó a ser mercado. A mi lo que me llamó la atención de el fue su color rojo, me encanta el rojo. He de confesar que ahí yo entré por una cuestión básica, había aseos, que para una persona como yo que toma diuréticos, eso es maná del cielo. En ese momento, había una exposición de fotos de cantantes (de los cuales solo había una mujer) de rock. No es mi música favorita y no conocía a casi ninguno, pero las fotos me parecieron muy buenas y bonitas.

Salimos y comenzamos a subir por Rúa Mouzinho Silveira donde nos topamos de bruces con la famosa Estaçâo Ferroviária de Porto-Sâo Bento. Es famosa porque en su entrada se encuentran unos 20.000 azulejos que representan varias escenas de la historia de Portugal del pintor Jorge Colaço. En esa parte de la estación llama la atención la mezcla entre las personas que miran el horario de los trenes en las pantallas y los turistas que vamos a mirar los azulejos de las paredes. Personalmente, también quiero anotar que mirando su techo ves escrito hacia un lado “Douro” que es hacia donde está el Río Duero y al lado contrario “Minho” que es hacia el norte que es hacia donde se encuentra el Río Miño, y mi tierriña Galicia.

Seguimos caminando, y por una calle en que nos metimos, vimos desde la esquina otra donde había puestecitos de venta. Oh, no! Era como un mercadillo de artesanía, antigüedades y otras cosas curiosas. Estaba en la Rúa dos Caldeireiros, y no lo pudimos evitar, así que comenzamos a mirar puestos. Se me iban los ojos a casi todo, pero sobretodo donde había cosas hechas a mano; pendientes, pulseras, collares, bolsos de tela, bolsos de trapillo, bolsos de ganchillo, amigurumis… y si piqué, otra pulserita con la huella de un perro. Es que eché mucho de menos a Tyron, que es como se llama nuestro perrito. Lo que no puedo deciros es si ese mercadillo está todos los días o si tiene ciertas fechas concretas, pero si os coincide y os gustan esas cosas lo disfrutareis un montón.

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En los libros aprendía a huír hacia el mal sin experimentarlos.

Al acabarse la calle del mercadillo nos encontramos que estábamos cerquita de la famosa Livraira Lello e Irmâo. Dicha librería se fundó en 1869 y es considerada una de las librería más hermosas del mundo. Actualmente, cogió gran fama debido a Harry Potter, pues fue donde R. K. Rowling se inspiró para describir parte del colegio de magia de Hogwarts. Parece ser que debido a la gran cantidad de visitas que comenzó a tener la librería (sin adquirir libros), optaron por cobrar entrada a un precio de 4€ que sería descontados si se compra algún libro (os pongo una de las entradas con una inscripción que personalmente me gustó). Yo ya la había visitado hace muchos años (aún era gratis) pero quise que Fran la viese, así que nos compramos las entradas y la visitamos, y si IMG_20180130_162246también nos hemos comprado dos libros, uno de los cuales nos encantó a los dos “1001 TV Series. You must watcht before you die”. Por cierto, tiene un gran fallo, falta “Falcon Crest”. Dos anotaciones de la librería, una cosa que me gustó, es que la parte de los tebeos estes eran en versión original, por lo que los tebeos de Ibañez de Mortadelo y Filemón estaban en castellano. Una cosa que no me gustó, es que considero que ya que cobran entrada, debería tener un cupo de personas dentro de la misma, a mi parecer en ese momento había muchos visitantes-compradores y apenas podíamos movernos mirando los libros que se ofrecían.

A la salida de la librería, vimos que se nos comía el tiempo para estar a la hora en el hotel así que fuimos caminando por donde nos indicaba el mapa, no sin antes desorientarnos dos o tres veces por callejuelas que no salen en el mismo,  y a la vuelta pasamos  por el Museu de História da UP, un edificio realizado en el año 1807 para otros fines y que con el paso del tiempo pasa a ser rectoría de la Universidad de Oporto. También por la Igreja das Carmelitas, que se contruyó entre 1616 y 1628, aunque no estuvo lista hasta 1650. Aquí nos dimos cuenta que íbamos en dirección contraria asi que vuelta atrás donde por fin dimos con la Praça da Liberdade, donde hay una estatua ecuestre de Pedro IV. Subimos la Avenida de los Aliados donde al final está la Câmara Municipal do Porto (equivale al ayuntamiento en España), un edificio construido en 1920 que se terminó en 1955 a los que se accede por una escalinata de 180 peldaños (como les gustan las escaleras). Lo últimos que vimos ya a la vuelta ha sido la Igreja da Trindade, situada detrás del ayuntamiento. Está construida durante el siglo XIX.

Por fin, llegamos al hotel y arreglamos lo del parking, por dos días esta vez. Estaba muerta y aún nos quedaba cenar, que para no buscar mucho decidimos que fuese en el mismo sitio del día anterior, el de la francesinha.

Tengo una pulsera de actividad, en la que un día normal si pasa del 50% ya es todo un logro. Ese día llegó al 105%.

Continurá.

Un latido!

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