La verdad es que había pensado darle más caña a este blog desde el principio, pero esa dimensión a la que llamamos tiempo hace de las suyas. Este año iba a comenzar con una reducción de mi jornada laboral donde estoy ahora trabajando, y restructurando dicho horario me iba a quedar con dos tardes libres, de las cuales la del jueves estaba reservada para ponerme delante de Adán (tengo la manía de ponerle nombre a las cosas, en este caso al ordenador portátil) para escribir o publicar algo. Al final me han dejado el mismo horario de trabajo, que no os lo voy a negar, el dinerito no viene mal, así que el tiempo, esa dimensión tan constante como elástica, se ha reducido para mis otras cosas. Pero buscaré rinconcitos para sacar esto adelante.
Ya que estamos, os cuento que actualmente estoy trabajando por las tardes en un centro de día de mayores de un pueblo de Pontevedra. Soy la sustituta, de la sustituta, de la sustituta. Parece un trabalenguas, pero así es. Lo que comenzó por ser igual un par de meses, lleva ya para un año. Es verdad, que ya pronto se acabará, pero mientras dure, ¡bienvenido!
Cuando comencé estaba asustada, no sabía por donde tirar. Solo otra vez hacía muchísimo años que había trabajado con el colectivo gerontológico, y no había vuelto a trabajar, uno de los motivos es que no me gustaba nada y me especialicé en otros colectivos. Una de las cosas que me desanimaba, es que con muchas de estas personas sufren distintos tipos de demencias, por lo cual por mucho que trabajes con ellas no mejoran, non digo que no se haga nada, pues está demostrado que trabajando se pueden relentizar posibles deterioros, pero nunca mejorar. Esa falta de retroalimentación positiva, personalmente siempre me desanimó, por eso tiré por otros caminos a la hora de formarme.
Pero en un momento de las primeras semanas, cuando me dí cuenta que iba a trabajar por trabajar y no lo estaba disfrutando me tuve que replantear la situación. Recuerdo que llegué a casa cansada y hastiada, y sabía que parte del hastío era porque no me gustaba lo que estaba haciendo. Sabía que parte del problema, la mayor parte, el problema entero era mío, por ese negativismo que tenía a la hora de trabajar con las personas mayores, sobretodo con aquellas que tienen demencias. Me puse a pensar que injusto es a veces ese tiempo, como a veces lo vives intensamente y luego cuando ese tiempo sigue pasando inexorablemente (que tópico más grande) te borra de los recuerdos toda esa intensidad, incluso hace que te olvides de lo más elemental, a tu familia, a la gente a la que quieres y te quiere. Luego ves que tú puedes ser en el futuro y te desanimas más. Ya cuando estuve abajo en mis rumiaciones negativas, decidí que era hora de cambiar el chip, así que me hice una pregunta a mi misma; ¿cómo me gustaría que me tratasen a mí en esas circunstancias? Me gustaría que me tratasen bien y me hicieran la vida lo mejor posible, a mí y a mi familia. Así que ese día, cené vi la serie de turno antes de dormir y al día siguiente me fui a trabajar con otra mentalidad.
Desde aquel día voy a trabajar con alegría y encantada, con ganas, y que estoy descubriendo muchas cosas nuevas, y aprendiendo muchas más. La idea primordial, es hacerle la vida lo más fácil y sencilla esas personas y sus familias. Es más, ahora que reflexiono sobre ello mientras os escribo, creo que sería una buena máxima aplicable para nuestra propia vida y nuestra propia felicidad. Hacerle la vida lo más fácil y sencillas a las personas que te rodean, quieres y te quieren.
¡Un latido!
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